AUTOESTIMA Y TDAH
La autoestima en un niño es la resultante del sentimiento de control que se tiene sobre la realidad y del amor que se comparte con los adultos que le son significativos. Sin embargo, no es un hecho acabado sino un continuo en construcción, ya que tener una autoestima adecuada le aporta una opinión o concepto positivo sobre uno mismo, y apoyado en ese autoconcepto el niño debe disponerse a conseguir una serie de logros:
· Percibirse a sí mismo de manera crítica y ser capaz de modificarse en el contexto de relaciones significativas.
· Afrontar y superar los obstáculos que le impiden conseguir sus objetivos.
· Sentir que no es mejor y/o distinto cuando gana ni peor o diferente cuando pierde.
· Afianzado sólidamente en un autoconcepto positivo el niño puede respetar tanto a otros como a sí mismo.
Muchos niños se desaniman con facilidad y otros no tanto, por lo que a veces resulta fácil comprender unos casos como otros en función del comportamiento de los padres. Por ejemplo, observamos a padres y docentes que se enfocan en lo negativo de sus hijos o que siempre los critican o viceversa.
Sin embargo, en muchas ocasiones observamos que los niños con TDAH parecen más sensibles a la frustración y la crítica que otros niños o bien, que los incentivos o situaciones placenteras los impactan de forma menos perdurable, validando en cierto modo, una de las teorías explicativas del TDAH, cuya hipótesis, se fundamenta en que tienen un déficit motivacional.
El sentido de la afirmación anterior es que aunque en ocasiones los padres cometen errores significativos en la educación de sus hijos y en la construcción de una adecuada autoestima, no siempre es así, porque también se construye en complejas relaciones interpersonales (por ejemplo, con otros niños) y surge de la propia valoración que el niño hace de sus destrezas, es decir, de su habilidad para controlar su mundo y lograr sus objetivos.
No obstante, una tarea vital y esencial de los padres con niños con TDAH ha de ser la de tener comportamientos adecuados que permitan aumentar la cantidad de veces que se vinculan de forma positiva y respetuosa, y a la vez, creando situaciones que favorezcan el niño el sentido del logro personal y de autocontrol.
Por ello, se hace necesario e imprescindible que los padres (como cualquier adulto significativo) controlen sus propias emociones y tengan estrategias para afrontar las maneras desafortunadas con las que su hijo lucha con el dolor personal de sentirse poco querido por sí mismo y de valorarse a sí mismo como poco competente para afrontar los desafíos de su vida cotidiana: los deberes escolares, los problemas con los compañeros que lo rechazan, el hermano que saca mejores calificaciones, etc.
Así que, teniendo en cuenta todo lo anterior, la mejor manera de mejorar la autoestima de un niño será establecer una relación cualitativamente positiva, que consista en neutralizar las estrategias impropias con las que un niño aborda sus dificultades.
Por lo que a continuación, parece oportuno analizar brevemente algunas de estas “tácticas erróneas” y comentar cómo afrontarlas.
La táctica más común es aquella en que el niño se da por vencido rápida y fácilmente. Puede ser que no diga nada y simplemente se distraiga en otra actividad o bien, nos diga: “No sé”; “No puedo”, etc. La principal manera en que trata de esconder su importancia suele ser con afirmaciones del tipo: “No me gusta”; “Es aburrido”; “No me acuerdo como se hace”; “Lo haré en otro momento”, “No tengo ganas”, etc. Se debe responder con aliento si el “No sé” es franco y abierto. En cambio, si está “disfrazado” se debe actuar de forma comprensiva, recordándole sus logros previos en campos o situaciones similares, animándole a realizar un pequeño esfuerzo, y teniendo una actitud general de apoyo en vez de crítica.
Otra táctica equivocada que suelen utilizar los niños con baja autoestima es evitar las situaciones y/o actividades en las que imaginan una frustración. En este caso, no dicen que “No pueden”. Sino más bien, que “No quieren”; “No me interesa”; “Son cosas de nen@s/es”, etc. “Si yo quisiera podría hacerlo”. Tanto padres como docentes deben alentarlo, utilizando sistemas de refuerzo positivos, y si es posible, ensayar situaciones de diálogo que permitan “salir de la trampa” que implica esta técnica, a través de técnicas cognitivas que ayuden al niño a comprender que en forma automática tiende a auto convencerse que “no quiere” cada vez que siente que “no puede”.
Otra táctica que utilizan, es la descalificación, ya que se descalifica aquello que debe ser realizado. Como el caso en el que un adolescente decía: “No vale la pena estudiar estas estupideces”. En el cual, intentaba manejar el dolor que le producía la situación como aquellos adultos que se consuelan de haber perdido algo diciendo: “No importa, me da igual, no me gustaba”. En estos casos, los padres deben evitar ser abiertamente confrontativos, ya que no tendría sentido decirle: “pues te lo estudias igual”. Así que aquí, serían útiles también los mismos consejos dados en el caso anterior.
Una táctica muy común es la evasión. Por ejemplo, se hacen los payasos o se portan mal. La cuestión es que la mirada no se instala en los aspectos que ellos creen disfuncionales sino en comportamientos inmaduros o de mala conducta. Es una técnica muy poderosa, pero frente a la actitud de payaso, la técnica de ignorarla y conseguir incluso que los compañeros de aula, la ignoren con el fin único de lograr su extinción, aunque se debe complementar con una aproximación positiva que le muestre aquellos aspectos en los que el niño es eficaz.
Finalmente, está la resistencia pasiva, que consiste en que el niño dice que va hacer las cosas y no las hace. Argumenta que “las dejo para después” y se “olvidó”. Pero en verdad, no se ha olvidado, simplemente está eludiendo una confrontación directa. En general, cuando los padres organizan y estructuran la vida del niño, es difícil para el niño poder utilizarla.
Una de las HABILIDADES que los padres deben desarrollar es la de modular sus respuestas: se puede disciplinar, corregir y enseñar sin enfadarse o ponerse crítico en exceso.
Los padres y docentes tienen un sinfín de recursos para mejorar la autoestima de los niños. Tratando en primer lugar de aceptar al niño tal como es, con sus características y peculiaridades, ayudándole a aceptarse a sí mismo con sus virtudes y defectos, y mostrando naturalmente que todos cometemos y corregimos nuestros errores, e intentar que aprenda a mostrarse a sí mismo como una persona con lados fuertes y débiles.
También, es apropiado enseñarle estrategias y capacitarle para resolver problemas como forma de afrontar sus defectos o situaciones difíciles y complicadas. Siendo esencial proporcionarle en todo momento, un “feedback continuo” o “retroalimentación” sobre su comportamiento, con el fin de poder establecer una relación afectiva más próxima.
Lógicamente, también es muy útil incentivar el desarrollo de sus lados fuertes o habilidades, enseñarle a ser responsable consigo mismo y con los demás, y finalmente, los padres ayudarán mucho regulando el nivel de exigencias a sus verdaderas posibilidades.
En definitiva, aunque es necesario esforzarse para que los niños aprendan a mejorar su rendimiento en las áreas afectadas, gran parte del éxito dependerá también de cómo se le ayude a desarrollar sus habilidades y actualizar sus potencialidades. Porque no debemos olvidar, que muchas veces el niño no sabe con exactitud lo que quiere o dónde están sus lados fuertes, y tanto padres como profesores deberán ayudarlo a explorar posibilidades acentuando siempre lo positivo.
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