EL MAESTRO Y EL TDAH
El niño/@ TDAH está en todas nuestras aulas… y su forma diferente de aprender es común…
Pedro, es un niño que está constantemente en movimiento, se pone de pie mientras el maestro explica la lección, deja sus tareas incompletas, su mesa de trabajo está muy desordenada y casi nunca encuentra sus cosas. En la mayoría de las ocasiones, mientras el maestro expone la lección, interrumpe y se sale del tema, de tal forma que con esta actitud, logra desorganizar a toda la clase, parece que todo le aburre y siempre se queja por lo que hay que hacer. “¡Es el payaso del grupo!”, le gusta ser siempre el centro de atención de todos y hay momentos en que la mayoría de sus compañeros se cansan de esa conducta. Quiere ser el primero en todo y no permite, darles oportunidad a los demás. ¡Es muy inteligente!, y con frecuencia suele responder adecuadamente a las preguntas que le formula el maestro, aunque esté mirando por la ventana instantes antes. A la salida del colegio, su madre, busca al maestro a diario porque nunca sabe que está pasando, porque es un niño que nunca pone atención en las instrucciones que da el maestro en clase. “El día que falta a clases todo parece funcionar mucho mejor y el grupo es bastante más manejable…”
En cambio, Leire es una niña que parece siempre tan atenta a lo que dice el maestro que fija constantemente su mirada en él mientras explica, pero cuando el maestro le pregunta algo, no tiene ni idea de lo que está hablando. Cuando tiene que trabajar en clase nunca sabe por dónde empezar de tal forma que el maestro debe acercarse a ella y decirle qué tiene que hacer. Así que cuando finalmente logra iniciar el trabajo, ya el tiempo se ha pasado y aún no ha terminado. En los exámenes, es bastante habitual que los entregue con algunas partes en blanco y luego su madre recrimina al maestro que se lo “sabía todo”. La verdad es que parece muy “niña” a pesar de estar en cuarto de primaria y necesitar constantemente la supervisión del maestro. Su madre se angustia constantemente porque emplea mucho tiempo en llevar a cabo las tareas que tiene que hacer en casa y es frecuente que luego olvide llevar el cuaderno a clase. La niña podría etiquetarse como perezosa ya que se toma mucho tiempo para todo y esto exige al maestro que lleve un ritmo de trabajo diferente con ella. “Si Leire falta a clases un día, nadie se enteraría…”.
Teniendo en cuenta esta breve descripción de los dos casos anteriores, es necesario cuestionarse la siguiente pregunta: ¿Quién quiere a Pedro o a Leire en su clase?
La verdad es que a fecha de hoy, son pocos los maestros que responden con entusiasmo y seguridad ante este reto, con miradas entre sí, muchos bajan su cabeza y parece ser que la mayoría no están dispuestos a correr el riesgo de tener estos alumnos en su aula…
Y aunque es triste decirlo, esta es la “actitud” que han demostrado miles de maestros en diferentes partes del mundo, al hablar de Pedro y Leire, por lo que parece imprescindible formularse la siguiente cuestión: ¿Por qué esta “actitud”?
Una respuesta a esta “actitud”… podría ser que muchos maestros muestran una actitud negativa porque no saben cómo enfrentarse y abordar este reto: el miedo, la inseguridad, la falta de estrategias y desconocimiento de la etiología de la conducta de Pedro y Leire, por falta de formación y adiestramiento, limita significativamente en la mayoría de las ocasiones al maestro para enfrentarse al reto.
“Nos entrenaron para enseñar a algunos y no para todos…, y todas las necesidades educativas…”
El problema al que se enfrentan actualmente los maestros a diario en todas las partes del mundo es que Pedro y Leire están en casi todas las aulas de los colegios y al maestro no se le dan las condiciones necesarias ni la formación oportuna para poder responder adecuadamente a las necesidades de los niños que “aprenden de una forma diferente”, teniendo en cuenta que el conocimiento puede cambiar la “actitud” y un cambio en la misma puede cambiar el “destino” de una persona.
Es evidente, que “el que no sabe no puede ver”, por lo tanto ¿Cómo puede un maestro diferenciar conductas de los niños que presentan TDAH, de las de los niños perezosos, sobreprotegidos, desinteresados o que se portan mal?
El TDAH no es un trastorno que se evidencia sino por la intensidad y la persistencia de conductas que no son muy diferentes a los casos anteriormente mencionados. La diferencia más significativa que el maestro evidencia es la “falta de efectividad” para lograr un cambio permanente en la conducta de niño/@.
Por ello, el maestro al desconocer el TDAH y sus implicaciones interpreta la conducta del niño como intencional o bien se limita a culpar y señalar a los padres como posibles responsables , quizás por su forma de educar. Pero lo cierto, es que el TDAH interfiere significativamente en la conducta del niño y el maestro necesita conocer todas sus implicaciones en la conducta y el aprendizaje para lograr en la medida de lo posible reconocerlo y apoyarlo.
Las implicaciones del trastorno son más significativas en el ámbito de la ejecución que en el de la capacidad. El buen rendimiento en el proceso de aprendizaje viene normalmente definido por el resultado final de una nota, lo que se toma erróneamente como indicativo para medir la capacidad del niño/@.
Teniendo presente lo anterior, es evidente que el niño/@ con TDAH es un alumno con una capacidad significativa para adquirir nuevos conocimientos pero sin olvidar que su mayor dificultad radica en el proceso para lograr ese aprendizaje. Por ello, es importantísimo aplicar lo que sabe, estar atento a recibir información y tener la disposición, la perseverancia y el desempeño, son algunos de los tantos obstáculos que se pueden presentar en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Quizás una de las mayores frustraciones a las que se enfrenta el maestro y los padres es la de saber que el niño tiene la capacidad para aprender, pero normalmente nunca está reflejado en su rendimiento final, generándose una serie de circunstancias que en muchos casos llevan a “ambos” a una “actitud de presión” hacia el niño en busca de un cambio radical en su actitud, porque parten del hecho de que su conducta es intencional, y originan como resultado una desmotivación y actitud negativa en el niño/@ y todos estos factores obstaculizan aún más el proceso de aprendizaje.
Por lo tanto, es necesario y esencial conocer al niño, sus peculiaridades y las causas de su conducta que permitan canalizar sus diferencias, desarrollar un ambiente favorecedor para el aprendizaje y adecuar el curriculum a sus necesidades si se busca que los resultados realmente reflejen su capacidad.
Una “conducta impredecible” suele generar “falta de credibilidad” en la “existencia real del trastorno”, especialmente en el maestro porque crea una serie de dudas sobre el porqué la conducta del niño a veces es adecuada y otras no, y en algunas ocasiones, también puede responder positivamente ante el aprendizaje y en otras ocasiones no.
El TDAH es un trastorno que se caracteriza por una falta de autocontrol aunque no parece existir una “atrofia permanente” que indique que por siempre el niño tendrá ciertas conductas. Lo cierto del caso es que lo que complica y hace más difícil el manejo y la intervención del trastorno es precisamente la inconsistencia de las conductas.
Es importante a la hora de intervenir tener presente que bajo ciertas circunstancias ambientales suele generarse mayor control de las conductas, es decir que muchas de las condiciones favorables para abordar esta diferencia van a estar determinadas por el ambiente.
Estas particularidades del propio trastorno hacen que tanto padres como maestros se sientan presionados a ser muy eficientes en saber responder de manera eficaz e inmediata ante una conducta determinada. En muchos casos, deben tener presente que la efectividad de las mismas intervenciones suele no ser permanente. Algunas estrategias suelen servir muy bien en algún momento pero a medida que pasa el tiempo pierden su validez, de la misma forma que la manera de dar respuesta de los padres y maestros puede ser muy variable.
Por ello, parece importante y esencial en el proceso de apoyo a los TDAH, ser capaz de prevenir problemas, identificar zonas de peligro, (“situaciones en el ambiente que pueden generar conflictos”) y tener siempre alternativas de intervención al alcance de la mano.
Una de las mayores dificultades que presentan los niños con TDAH es aplicar correctamente lo que se sabe. El niño necesita que se le enseñe cómo lograr controlar esas diferencias. En la mayoría de los casos es evidente que sus dificultades van a ser permanentes hasta la vida adulta y aprender formas de compensarlas le va a permitir conocer cómo poder lograr el aprendizaje a pesar de sus hándicaps.
El docente no puede enseñar al niño todo esto si él lo desconoce (estrategias de organización, autocontrol, etc.) son algunas maneras de formar al niño/@ porque los niños en general no precisan información sino formación, saber el cómo lograr ser responsables, organizados, etc.
“Informar significa decir lo que se debe hacer, formar significa enseñar el cómo lograrlo”
Muchos padres recriminan al maestro la falta de apoyo y conocimiento para ayudar a sus hijos en el colegio. En muchas ocasiones suelen generarse conflictos interminables entre padres y educadores, recriminándose unos a otros la culpa por el bajo rendimiento del niño/@ o por su conducta. Ambos pretenden encontrar en el “otro” alguna solución al respecto. Es frecuente que el maestro que desconoce el TDAH y sus implicaciones señale a los padres como causantes de las dificultades del niño/@ y en otras ocasiones son los mismos padres quienes culpan al maestro, generándose en la mayoría de los casos un conflicto que repercute significativamente en el niño/@.
El maestro debe ser percibido por los padres como un aliado y nunca como un enemigo, ya que en la mayoría de las ocasiones, se siente tan frustrado y confundido con la conducta del niño como los padres. El objetivo del maestro, es al igual que el de los padres, lograr el aprendizaje en el niño/@ y ambos se enfrentan a una situación similar donde muchas veces no encuentran una solución.
La comunicación efectiva y el apoyo mutuo entre padres y maestros es fundamental para alcanzar el éxito en el proceso de enseñanza-aprendizaje, al igual que definir claramente cuál es el rol de cada uno en el proceso y tener expectativas reales que ayuden a comprender más que a señalar la conducta del otro.
Los padres deben ser “facilitadores” del proceso y el maestro “el líder”, conocer lo que quiere, saber el rumbo a tomar y ser capaz de lograr la meta haciendo buen uso de los recursos, herramientas y estrategias con que cuenta.
Los niños con TDAH, al igual que los otros niños, requieren de un aula organizada con hábitos establecidos y un ambiente positivo y seguro. Donde la disciplina debe ser percibida como una enseñanza y los valores se enseñan a convivir a diario.
Por todo ello, el maestro debe ser un modelo y un líder en su aula, su actitud debe basarse en la empatía y ser un formador que motiva al aprendizaje que les enseña a “aprender a aprender” buscando siempre despertar el interés en los niños. Las exposiciones deben ser dinámicas con estímulos multisensoriales donde se tengan en cuenta los diferentes estilos en el aprendizaje y se evalúe al niño de acuerdo a su conocimiento y no al resultado final.
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