¿ES UNA MODA EL TDAH?
Todos han escuchado esta pregunta o se le han formulado alguna vez. Un docente con muchos años de experiencia no hace muchos días decía: “esto antes no pasaba”, lo cual parecía un buen argumento para considerar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad como una “moda”.
Partiendo de esta cuestión, es necesario plantearse hasta qué punto esta pregunta es interesante porque está ampliamente multideterminada. Las personas que trabajan a diario con TDAH, están acostumbradas a recibirla en numerosas ocasiones por parte de educadores y padres, por lo que a través de este artículo se intentará responder a esta pregunta teniendo en cuenta que la respuesta no podrá ser otra que una enumeración de factores, al no existir una única causa.
Para convencer al personal docente “suspicaz” es necesaria una enumeración de razones que inevitablemente no estará completa pero que aportará una idea de la variedad de factores que están detrás de este interrogante.
La primera, más obvia y probablemente más significativa razón por la que no se diagnosticaba antes a estos niñ@s es porque los trastornos mentales son sólo nombres que los científicos utilizan para nombrar un conjunto de problemas que suelen suceder juntos. Aún en el caso de enfermedades orgánicas suelen existir procesos patógenos determinados detectables con diferentes métodos.
Teniendo en cuenta que las enfermedades son en sí mismas convenciones lingüísticas con las que se definen una serie de recortes que se llevan a cabo en el desarrollo y complejidad de los procesos.
Si se toma la “gripe” como ejemplo, puede observarse que en el mundo real no existe nada llamado “gripe”, ya que existen por un lado, diferentes tipos de virus que pueden entrar en nuestro organismo y por otro, una serie de características patológicas (fiebre, dolor de cabeza, dolor de garganta, cansancio, dolores musculares, etc.) que aparecen cuando el virus se encuentra en el organismo.
Si se denomina “gripe” al cuadro clínico expuesto, también y siguiendo la línea podríamos llamarlo “mal de ojo” o “mal de espíritu”.
Como las enfermedades mentales son un poco más complejas aún, y no existen en principio ni virus ni bacterias determinadas, sino personas que padecen una serie de dificultades que ocurren de forma conjunta y frecuente que a algunos científicos se les empieza a ocurrir que podría ser todo parte del mismo problema.
Diferentes investigaciones pueden ir a favor o en contra de dicha teoría y probablemente se pueda obtener un nombre que reúna todo un conjunto de problemas y permita trabajar de forma más afectiva.
En el caso de la depresión que es un trastorno mental que incluye cosas tan diversas como estar triste, dormir mucho, dormir mal, moverse mucho o moverse poco, pensar demasiado en ciertas cosas, estar sin ganas de nada, etc., la única razón por la que se piensa que todo forma parte del mismo problema es porque se dan juntos los síntomas bajo una frecuencia estadísticamente significativa y responden a tratamientos similares.
Por lo tanto, se trata de una convención lingüística que tiene un valor práctico ya que permite la identificación del problema y el uso consecuente de un tratamiento eficaz. En definitiva, incluso cuando los problemas atencionales, la impulsividad y la hiperactividad estuvieron presentes siempre, se creía que en multitud de ocasiones se debían a otras causas, o que eran partes de problemas diversos, utilizando otras convenciones lingüísticas.
Aunque el Trastorno por Déficit de Atención está descrito en la literatura de diversas maneras desde el año 1902 y figura con ese mismo nombre en los manuales de psiquiatría americanos desde 1968. Los psicólogos y psiquiatras que utilizaban el español como lengua de comuniación, permanecieron cerrados a este tipo de datos porque poco de lo publicado era traducido y existía una hegemonía teórica dominante con una fuerte énfasis en la psicogénesis de la enfermedad mental que afirmaba que todos los problemas del niño provenían de vínculos tempranos inadecuados.
En pocas palabras, aún cuando la enfermedad existía, había pocas personas que la conocieran y aún menos que estuvieran de acuerdo con utilizarla como criterio diagnóstico, de tal forma que se aplicaba la interpretación de los fenómenos desde su marco teórico y en consecuencia los tratamientos centrados en la interpretación, que si bien no aportaban resultados tangibles, parecían ser el único curso lógico de acción dada la forma en que era enfrentado el problema.
Los recursos farmacológicos existentes para tratar esta clase de problemas hasta no hace mucho fueron casi inexistentes. Aunque en Estados Unidos existen estos medicamentos desde aproximadamente 1939, hasta hace bien poco, las únicas “drogas” utilizadas por la mayoría de los psiquiatras eran muy poco específicas y tendían a influir en los niñ@s de forma muy torpe sobre los síntomas centrales. Es más, las medicaciones, en consecuencia se utilizaban únicamente para niñ@s que ponían en riesgo su vida o la de los demás, cuyas conductas eran inaceptables socialmente.
La intención de los tratamientos con fármacos era evitar las consecuencias sin producir un cambio significativo en la calidad de vida o rendimiento del niñ@, ya que su eficacia no estaba cotejada e incluso disponible, ya sea por la falta de conocimientos con respecto a su uso en niñ@s que presentaban estas dificultades o bien por la falta de “drogas”.
Otra de las razones a tener en cuenta es que cada vez la escuela es más inclusiva y el tratamiento aumenta la permanencia de los niñ@s dentro del sistema escolar. Cuando se remonta la historia de la educación para atrás se observa que los niveles de “deserción escolar” eran bastante más altos. Los que desertaban lo hacían mucho por problemas económicos, pero un grupo no menos importante y significativo lo hacía por dificultades de aprendizaje en un sentido amplio. Los padres que tenían un hijo que repetía en el colegio o no se adaptaba a la estructura escolar, frecuentemente lo mandaban a trabajar. ¡Gracias a _ _ _ _! Esto, hoy en día, es cada vez menos frecuente, aunque lamentablemente sigue sucediendo.
Dado que la mayor parte de los niñ@s con inteligencia normal y problemas de aprendizaje suelen padecer déficits atencionales y/o hiperactividad, sea como aspecto esencial del problema o como un añadido, es lógico en cierta medida, que antes los chic@s que presentaban estas características permanecieran menos tiempo dentro del sistema educativo.
Muchos chic@s eran identificados como vagos (¡por favor no caigan en el mismo error de etiquetar!), porque sólo estudiaban cuando tenían la soga al cuello. Era muy probable que finalmente lograran aprobar la mayor parte de las veces y aunque sea mediante “tumbos” terminar sus estudios.
Muchos de estos niñ@s tenían problemas de atención y organización debido a que no padecían ningún problema específico de aprendizaje y contaban con una adecuada capacidad intelectual, gracias a la cual se permitían el lujo de ser capaces de adaptarse y “sobrevivir” en la escuela, aunque es evidente que nada de esto lo conseguían generalmente sin un gran sufrimiento y numerosas frustraciones.
Se trata principalmente de chic@s que funcionan bien ante grandes motivaciones, como tener que afrontar un examen en dos días para no repetir el curso, pero que encuentran grandes dificultades para regular el esfuerzo durante el curso académico y no son capaces de evitar llegar a ese punto.
Antes de finalizar, sería oportuno tener en cuenta los avances de la medicina prenatal y perinatal, porque aunque parezca extraño, el hecho de que la tasa de mortalidad al nacer haya descendido significativamente a mínimos históricos, existe la “paradoja” de que por otro lado, se ha incrementado considerablemente la cantidad de niñ@s que van a tener problemas en la escuela. Un número importante de niñ@s que a posteriori desarrollará dificultades de atención o para regular su conducta, “sufrieron” en la mayoría de los casos, diferentes problemas durante el parto o en el útero materno que en otros tiempos hubieran sido irremediables. Por eso, los sistemas del cerebro ligados al TDAH se encuentran entre los más vulnerables debido a su tardía maduración.
Para concluir, se puede decir que por todas las razones expuestas, tanto padres como docentes cada vez escuchan hablar más de estos chic@s en las escuelas, de tal forma que se relaciona principalmente este aspecto con el hecho de que pueden ser tratados con un “nombre” más ajustado a lo que les pasa y que sirve para iniciar un tratamiento que los ayude de una forma más eficaz.
Es fundamental que sobre todo los docentes sean capaces de entender estos motivos y no tiendan a pensar en esto como una “moda”, ya que sería tan poco inteligente como pensar que si ahora se sabe más del cáncer que antes y se diagnostica más y mejor, es producto de la “moda” y no del avance científico y que todo es un gran “complot” de los laboratorios de productos oncológicos.
Este tipo de razonamientos no tienden jamás a la superación porque no ofrecen alternativas viables, al constituir críticas poco informadas que demoran el acceso a un tratamiento multidisciplinar adecuado y que por lo general cuesta tiempo y recursos a las familias.
¿Qué opinas?